There's a camaigned called "Spread the Bleach", its goal being in getting 15000 new people to get interested/fall in love with the amazing series of Bleach, a wonderful manga about Death-gods and lost souls called 'Hollows', with kick ass characters and drawings to die for. So go and check it, and join the craze!
Bleach 7, the starter of the campaign
*cough* on another subject, this is a story I've been working on this weekend, my first try at a horror short story. I'm quite happy with it, especially with the background story of the fantasy altern world I like to call 'Pesadilla' (Nightmare). I'll try and translate it to english this week, as I'm sure it'll be great practice.
Title: Pastillas Rojas
Author: Nekare
Rating: PG
Words: 1770
Warning: Slightly dark.
La oscuridad es completa en las cavernas, paredes de piedra húmedas con el agua que se filtra de la superficie, el golpeteo de las gotas resbalando de las estalactitas al suelo y la fuerte respiración de Natalia lo único que se puede oír en los túneles.
Natalia se recarga contra la piedra, tratando de recuperar el aliento que siente haber perdido hacía una eternidad. Cierra los ojos, porque aunque el velo negro de oscuridad que la rodea es impenetrable, tiene quemado en sus párpados la memoria lejana de la luz de mediodía; la sensación de estar encandilada después de haber visto directamente al sol, a pesar de le hubieran dicho que no lo hiciera. (Y trata de olvidar el hecho de que trató de olvidarlo por su propia cuenta, que trató de abandonar la luz por otra mucho más mórbida y lúgubre, pero al mismo tiempo más atractiva).
Ah, pero, lo prohibido es lo más atractivo, ¿y que no había sido eso lo que la había tratado hasta aquí? El peligro y el miedo convertidos en estimulante.
Las pisadas vuelven a oírse al final del túnel (y prefiere no pensar en las implicaciones de esa oración), el eco trayéndolas a sus oídos repetidas una y otra vez; y si se concentra lo suficiente puede sentirlas como vibración por su espalda, la piedra avisándole del peligro.
Se levanta apresuradamente, sudor mezclándose con la humedad del musgo creciendo en la cueva, y empieza a correr. Tropieza a los pocos pasos, y el dolor de su rodilla no es comparable al terror de que la criatura tras ella pueda haber oído el golpe. Reprime un gemido y se levanta otra vez, cojeando un poco. Se lleva una mano a su rodilla izquierda, sin dejar de correr; y puede sentir el líquido caliente entre sus dedos, que sin verlo sabe que es color carmín.
Al cabo de varios minutos de corriendo la adrenalina entra en acción de nuevo, y el dolor y la cojera desaparecen sin dejar rastro mas que el de sangre que seguramente manchará sus calcetines blancos.
Mientras corre se siente pesada con la culpa que la está carcomiendo por dentro, lenta y casi imperceptiblemente. Natalia había estado consciente de el poder de los deseos en el Mundo de las Pesadillas, Sabía lo que podría pasar cada vez que tomaba la pequeña pastilla roja y entraba al mundo de árboles torcidos y nubes azul oscuro y empezaba a imaginar, imaginar, imaginar La Criatura que ahora la perseguía con una sonrisa malévola y la cara hecho jirones; hueso y músculo goteante con sangre a plena vista. Lo sabía y sin embargo no hizo nada para pararlo. Y ahora la culpa la oprime y siente que le da la fuerza a su cazador y se la quita a ella; la presa. (Conociendo este Mundo como ha llegado a conocerlo, no lo duda por un momento).
Sabe que es su culpa enteramente, de sus propias fantasías y deseos oscuros, alimentados por la rutina y el sentimiento de loca emoción al darse cuenta que había matado a un vampiro por accidente (con el miedo todavía corriéndole por las venas después de haber sido atacada y salir viva por pura casualidad) y que en su bolsillo había encontrado las pastillas mágicas que la sumergían en el Mundo de los seres que se escondían de la luz del sol.
Las pastillas se habían convertido en su adicción, su salida del mundo gris oficina y su cubículo de dos por dos; yendo al extremo de esconderse en el baño de mujeres, lengua y labios manchándose con el rojo carmín de la pastilla que se deshacía en su boca - que sabe que todavía esta sobre su lengua. Corre y recuerda cuando despertó en el hospital, sus compañeros de trabajo a su alrededor sin verla a los ojos y su jefe diciéndole como la habían encontrada acostada sobre las baldosas estériles del baño, ojos en blanco y substancias desconocidas en su boca.
El diagnóstico oficial había sido sobredosis.
Recuerda las palabras mientras corre y tropieza cada pocos minutos, respirando tan fuerte que sabe que está atrayendo la atención de la criatura tanto como si estuviera brillando de un fuerte rosa neón. Recuerda las palabras y desea que fueran ciertas. Vuelve a cerrar los ojos y sigue corriendo a ciegas, y desea (reza) que haya una distracción, algo, cualquier cosa, que tal vez pueda salvarla. El revoloteo de alas empieza casi al instante, y puede sentir el aire que traen los murciélagos con ellos cuando pasan sobre su cabeza en una mancha de un negro ligeramente más oscuro en el espectro de colores de la cueva, sus sonidos de radar para no estrellarse contra una pared (algo que ella no posee y sus múltiples moretones son testigos) rompiendo el silencio tétrico del túnel volviéndose laberinto.
Un suspiro. Al menos sabe que todavía puede desear, aunque sabe que casi agotó esa cualidad cuando deseó al Acompañante de la Noche (un nombre que parecía tan poético en ese entonces) que se volvió en su contra, aparentemente prefiriendo su sabor a la expectativa de estar juntos para toda la eternidad (y Natalia sabe que se había oído demasiado cursi, aun cuando había estado en esa racha de mala poesía y soledad embriagante, y comprende que tal vez no debió haberse dejado llevar por la atmósfera seductora que se podía respirar en este Mundo y sus criaturas mágicas que nublaron sus sentidos.
Un gruñido se oye atrás de ella, mucho más cerca de lo que esperaba, y ella trata de correr más fuerte, tanteando la roca y musgo con las yemas de los dedos (tacto, recuerda lo último que sentirás; le dice su cabeza en tono fúnebre) y con el corazón palpitando fuera de control (oído, lo último que oirás es el sonido de tu propio corazón luchando por llevar más y más sangre a tu cerebro, a ritmo con tus pisadas).
Una curva en el túnel, y alcanza a cambiar de dirección justo antes de estrellarse contra la pared de piedra. Se para por un instante, porque su mente se niega a creer que lo que está viendo es un hilillo de luz filtrándose de alguna salida apenas a unos pocos metros de donde esta. Se obliga a cerrar la boca, aunque no esta consciente de siquiera haberla abierto. Sorpresa y un poco de recelo burbujeando en su cabeza, corre hacia la luz y encuentra los restos de un derrumbe, un cementerio indio sin muerto y sin nombre; enmarcando el rayo de luz (esperanza) que alumbra un poco las cavernas.
Trepa por las piedras, ojos parpadeando rápidamente con el súbito exceso de luz, después de haber pasado las últimas horas (aunque parecen años) sin haber visto otro color mas que negro noche y la pequeña variación de negro azabache. Escarba con cuidado, tratando de no hacer más ruido del necesario mientras agranda el hoyo que la llevaría a la libertad. Se oye otro gruñido, y sus manos empiezan a mover las piedras franáticamente, respiración entrecortada y ojos desorbitados.
Al fin parece lo suficiente grande y saca la cabeza, los hombros atorándose un poco mientras trata de sostenerse en vilo; tierra y sangre bajo sus uñas. Logra salir después de unos cuantos minutos de forcejeos, su cuerpo cubierto de raspones y cortadas, zurcos limpios de lágrimas (recuerdo de la primera hora en la cueva) sobre sus mejillas llenas de tierra.
Sale y la luz rojiza del cielo escarlata la baña en su color, levanta la mirada y trata de absorber el cielo que aunque no es del azul celeste que ahora desea tanto, es bienvenido después de la asfixiante oscuridad.
Una mano se cierra sobre su tobillo y se voltea inmediatamente, demasiado sorprendida como para emitir un sonido. Usa su otro pie para patear a La Criatura que la observa con hambre y diversión en su mirada, risa sadista bailando sobre labios torcidos.
La mano aprieta y su tobillo se rompe con un crujido y un grito de dolor, lágrimas nuevas agolpándose en sus ojos. No puede mover el pie, y La Criatura sale del agujero con facilidad, uñas podridas moviéndose más y más arriba en el cuerpo, dejando líneas paralelas de sangre y acercándose a su corazón, listas para hundirse mientas Natalia tiembla y trata de recordar su vida; y el momento en que las garras hacen contacto con su piel--
--despierta.
El aroma del naranjo afuera de su ventana entra junto al oxígeno en una bocanada, inhalando como si hubiera estado bajo el agua. Sobre ella ve su techo amarillo canario tan familiar como siempre. No puede sentir su tobillo, pero si las incontables heridas que cubren su cuerpo. Cierra los ojos y suelta un largo suspiro de alivio de seguir sintiendo vida corriendo por sus venas, acostada en la cama donde había tomado la pastilla y había dejado su cuerpo hacía tantos días.
Luego viene el momento de lucidez, cuando se pregunta como pudo regresar si las pastillas negras que la traen de vuelta a su cuerpo se le habían acabado hacía tres días y no había logrado encontrar al vampiro que se las vendía en el otro Mundo, la sustancia ilegal de su mundo adoptivo desde que el Consejo de Muerte había empezado a regular las idas y venidas de los seres nocturnos y malévolos de Pesadilla.
Una mano arriba de la suya, piel resquebrada y a medio terminar (a medio imaginar) manchándola de sangre. Uñas largas y amarillas se hunden en su carne. Las reconoce y alcanaza a tener un último pensamiento, no puede ser, no puede ser, nada puede venir de regreso con alguien mas, no es posible, las reglas de Pesadilla… El mantra de palabras se repite en su cabeza mientras esta paralizada por el miedo.
La risa de La Criatura se vuelve a oír, y ella empieza a gritar, gritar, gritar, ahogándose en su saliva con los ojos cerrándolos fuertemente y en medio del grito interminable se traga la pastilla que seguía sobre su lengua y--
--vuelve a estar en Pesadilla, sola en la oscuridad de las cavernas en el mismo punto donde había empezado a huir y sin idea de cómo volver a regresar al Mundo Humano (o si quiere hacerlo), los murciélagos revolotean sobre su cabeza y una gota cae al suelo de tierra húmeda a ritmo con el tiempo con que suelta el aliento. Cae al suelo con la cabeza entre las manos y mientras comprende su error, su culpa, su castigo; puede oler la respiración fétida de La Criatura que ella misma creó.
No lo piensa antes de empezar a gritar.
Bleach 7, the starter of the campaign
*cough* on another subject, this is a story I've been working on this weekend, my first try at a horror short story. I'm quite happy with it, especially with the background story of the fantasy altern world I like to call 'Pesadilla' (Nightmare). I'll try and translate it to english this week, as I'm sure it'll be great practice.
Title: Pastillas Rojas
Author: Nekare
Rating: PG
Words: 1770
Warning: Slightly dark.
La oscuridad es completa en las cavernas, paredes de piedra húmedas con el agua que se filtra de la superficie, el golpeteo de las gotas resbalando de las estalactitas al suelo y la fuerte respiración de Natalia lo único que se puede oír en los túneles.
Natalia se recarga contra la piedra, tratando de recuperar el aliento que siente haber perdido hacía una eternidad. Cierra los ojos, porque aunque el velo negro de oscuridad que la rodea es impenetrable, tiene quemado en sus párpados la memoria lejana de la luz de mediodía; la sensación de estar encandilada después de haber visto directamente al sol, a pesar de le hubieran dicho que no lo hiciera. (Y trata de olvidar el hecho de que trató de olvidarlo por su propia cuenta, que trató de abandonar la luz por otra mucho más mórbida y lúgubre, pero al mismo tiempo más atractiva).
Ah, pero, lo prohibido es lo más atractivo, ¿y que no había sido eso lo que la había tratado hasta aquí? El peligro y el miedo convertidos en estimulante.
Las pisadas vuelven a oírse al final del túnel (y prefiere no pensar en las implicaciones de esa oración), el eco trayéndolas a sus oídos repetidas una y otra vez; y si se concentra lo suficiente puede sentirlas como vibración por su espalda, la piedra avisándole del peligro.
Se levanta apresuradamente, sudor mezclándose con la humedad del musgo creciendo en la cueva, y empieza a correr. Tropieza a los pocos pasos, y el dolor de su rodilla no es comparable al terror de que la criatura tras ella pueda haber oído el golpe. Reprime un gemido y se levanta otra vez, cojeando un poco. Se lleva una mano a su rodilla izquierda, sin dejar de correr; y puede sentir el líquido caliente entre sus dedos, que sin verlo sabe que es color carmín.
Al cabo de varios minutos de corriendo la adrenalina entra en acción de nuevo, y el dolor y la cojera desaparecen sin dejar rastro mas que el de sangre que seguramente manchará sus calcetines blancos.
Mientras corre se siente pesada con la culpa que la está carcomiendo por dentro, lenta y casi imperceptiblemente. Natalia había estado consciente de el poder de los deseos en el Mundo de las Pesadillas, Sabía lo que podría pasar cada vez que tomaba la pequeña pastilla roja y entraba al mundo de árboles torcidos y nubes azul oscuro y empezaba a imaginar, imaginar, imaginar La Criatura que ahora la perseguía con una sonrisa malévola y la cara hecho jirones; hueso y músculo goteante con sangre a plena vista. Lo sabía y sin embargo no hizo nada para pararlo. Y ahora la culpa la oprime y siente que le da la fuerza a su cazador y se la quita a ella; la presa. (Conociendo este Mundo como ha llegado a conocerlo, no lo duda por un momento).
Sabe que es su culpa enteramente, de sus propias fantasías y deseos oscuros, alimentados por la rutina y el sentimiento de loca emoción al darse cuenta que había matado a un vampiro por accidente (con el miedo todavía corriéndole por las venas después de haber sido atacada y salir viva por pura casualidad) y que en su bolsillo había encontrado las pastillas mágicas que la sumergían en el Mundo de los seres que se escondían de la luz del sol.
Las pastillas se habían convertido en su adicción, su salida del mundo gris oficina y su cubículo de dos por dos; yendo al extremo de esconderse en el baño de mujeres, lengua y labios manchándose con el rojo carmín de la pastilla que se deshacía en su boca - que sabe que todavía esta sobre su lengua. Corre y recuerda cuando despertó en el hospital, sus compañeros de trabajo a su alrededor sin verla a los ojos y su jefe diciéndole como la habían encontrada acostada sobre las baldosas estériles del baño, ojos en blanco y substancias desconocidas en su boca.
El diagnóstico oficial había sido sobredosis.
Recuerda las palabras mientras corre y tropieza cada pocos minutos, respirando tan fuerte que sabe que está atrayendo la atención de la criatura tanto como si estuviera brillando de un fuerte rosa neón. Recuerda las palabras y desea que fueran ciertas. Vuelve a cerrar los ojos y sigue corriendo a ciegas, y desea (reza) que haya una distracción, algo, cualquier cosa, que tal vez pueda salvarla. El revoloteo de alas empieza casi al instante, y puede sentir el aire que traen los murciélagos con ellos cuando pasan sobre su cabeza en una mancha de un negro ligeramente más oscuro en el espectro de colores de la cueva, sus sonidos de radar para no estrellarse contra una pared (algo que ella no posee y sus múltiples moretones son testigos) rompiendo el silencio tétrico del túnel volviéndose laberinto.
Un suspiro. Al menos sabe que todavía puede desear, aunque sabe que casi agotó esa cualidad cuando deseó al Acompañante de la Noche (un nombre que parecía tan poético en ese entonces) que se volvió en su contra, aparentemente prefiriendo su sabor a la expectativa de estar juntos para toda la eternidad (y Natalia sabe que se había oído demasiado cursi, aun cuando había estado en esa racha de mala poesía y soledad embriagante, y comprende que tal vez no debió haberse dejado llevar por la atmósfera seductora que se podía respirar en este Mundo y sus criaturas mágicas que nublaron sus sentidos.
Un gruñido se oye atrás de ella, mucho más cerca de lo que esperaba, y ella trata de correr más fuerte, tanteando la roca y musgo con las yemas de los dedos (tacto, recuerda lo último que sentirás; le dice su cabeza en tono fúnebre) y con el corazón palpitando fuera de control (oído, lo último que oirás es el sonido de tu propio corazón luchando por llevar más y más sangre a tu cerebro, a ritmo con tus pisadas).
Una curva en el túnel, y alcanza a cambiar de dirección justo antes de estrellarse contra la pared de piedra. Se para por un instante, porque su mente se niega a creer que lo que está viendo es un hilillo de luz filtrándose de alguna salida apenas a unos pocos metros de donde esta. Se obliga a cerrar la boca, aunque no esta consciente de siquiera haberla abierto. Sorpresa y un poco de recelo burbujeando en su cabeza, corre hacia la luz y encuentra los restos de un derrumbe, un cementerio indio sin muerto y sin nombre; enmarcando el rayo de luz (esperanza) que alumbra un poco las cavernas.
Trepa por las piedras, ojos parpadeando rápidamente con el súbito exceso de luz, después de haber pasado las últimas horas (aunque parecen años) sin haber visto otro color mas que negro noche y la pequeña variación de negro azabache. Escarba con cuidado, tratando de no hacer más ruido del necesario mientras agranda el hoyo que la llevaría a la libertad. Se oye otro gruñido, y sus manos empiezan a mover las piedras franáticamente, respiración entrecortada y ojos desorbitados.
Al fin parece lo suficiente grande y saca la cabeza, los hombros atorándose un poco mientras trata de sostenerse en vilo; tierra y sangre bajo sus uñas. Logra salir después de unos cuantos minutos de forcejeos, su cuerpo cubierto de raspones y cortadas, zurcos limpios de lágrimas (recuerdo de la primera hora en la cueva) sobre sus mejillas llenas de tierra.
Sale y la luz rojiza del cielo escarlata la baña en su color, levanta la mirada y trata de absorber el cielo que aunque no es del azul celeste que ahora desea tanto, es bienvenido después de la asfixiante oscuridad.
Una mano se cierra sobre su tobillo y se voltea inmediatamente, demasiado sorprendida como para emitir un sonido. Usa su otro pie para patear a La Criatura que la observa con hambre y diversión en su mirada, risa sadista bailando sobre labios torcidos.
La mano aprieta y su tobillo se rompe con un crujido y un grito de dolor, lágrimas nuevas agolpándose en sus ojos. No puede mover el pie, y La Criatura sale del agujero con facilidad, uñas podridas moviéndose más y más arriba en el cuerpo, dejando líneas paralelas de sangre y acercándose a su corazón, listas para hundirse mientas Natalia tiembla y trata de recordar su vida; y el momento en que las garras hacen contacto con su piel--
--despierta.
El aroma del naranjo afuera de su ventana entra junto al oxígeno en una bocanada, inhalando como si hubiera estado bajo el agua. Sobre ella ve su techo amarillo canario tan familiar como siempre. No puede sentir su tobillo, pero si las incontables heridas que cubren su cuerpo. Cierra los ojos y suelta un largo suspiro de alivio de seguir sintiendo vida corriendo por sus venas, acostada en la cama donde había tomado la pastilla y había dejado su cuerpo hacía tantos días.
Luego viene el momento de lucidez, cuando se pregunta como pudo regresar si las pastillas negras que la traen de vuelta a su cuerpo se le habían acabado hacía tres días y no había logrado encontrar al vampiro que se las vendía en el otro Mundo, la sustancia ilegal de su mundo adoptivo desde que el Consejo de Muerte había empezado a regular las idas y venidas de los seres nocturnos y malévolos de Pesadilla.
Una mano arriba de la suya, piel resquebrada y a medio terminar (a medio imaginar) manchándola de sangre. Uñas largas y amarillas se hunden en su carne. Las reconoce y alcanaza a tener un último pensamiento, no puede ser, no puede ser, nada puede venir de regreso con alguien mas, no es posible, las reglas de Pesadilla… El mantra de palabras se repite en su cabeza mientras esta paralizada por el miedo.
La risa de La Criatura se vuelve a oír, y ella empieza a gritar, gritar, gritar, ahogándose en su saliva con los ojos cerrándolos fuertemente y en medio del grito interminable se traga la pastilla que seguía sobre su lengua y--
--vuelve a estar en Pesadilla, sola en la oscuridad de las cavernas en el mismo punto donde había empezado a huir y sin idea de cómo volver a regresar al Mundo Humano (o si quiere hacerlo), los murciélagos revolotean sobre su cabeza y una gota cae al suelo de tierra húmeda a ritmo con el tiempo con que suelta el aliento. Cae al suelo con la cabeza entre las manos y mientras comprende su error, su culpa, su castigo; puede oler la respiración fétida de La Criatura que ella misma creó.
No lo piensa antes de empezar a gritar.
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