On Thursday night, during the last five minutes of Project Runway's second season finale, there was the largest blackout in this part of town in the last few years. I STILL DON'T KNOW WHO WON, DAMNIT.
God, but I love this. I finished writing it after the lights had gone out, using my cell phone to have a little light. It felt superb to write again in Spanish.
Title: Oleaje
Word Count: 1289
Summary: Olivia conoce una sirena de verdad cuando tiene trece, el cielo demasiado azul que indica sequía y el sudor manchándole el vestido rosa que tanto le gusta.
Author Notes: This was written for the challenge of 'the sea' at
retales, but due the blackout, my internet had flown away the next day before I had to leave, so I missed the deadline.
Coda of Asfíxia
Olivia conoce una sirena de verdad cuando tiene trece, el cielo demasiado azul que indica sequía y el sudor manchándole el vestido rosa que tanto le gusta. Lleva tres semanas en la playa, y la novedad se ha acabado como sus helados de limón se deshacen bajo el sol, dejándole los dedos pegajosos y la lengua pastosa. Se muere de calor, y de aburrimiento, y extraña a su gato.
Su madre esta harta de tenerla en la pequeña casa en los acandilados, y la envía todos los días a ‘investigar por ahí’ con una moneda de cinco pesos en el bolsillo y el pelo revuelto, sin cepillar. La abuela sigue sin mejorar, el aroma a enfermedad llenando cada cachito de la casa. La piel de Olivia no ha dejado de oler a sal desde hace semanas, y las plantas de sus pies se han endurecido con el contacto diario con la arena granulosa y pesada.
Pasa las mañanas en la playa, tratando de hacer durar el agua de coco que le compra a una señora tan morena como los troncos que forman la choza donde trabaja. Escribe su nombre con palitos en la arena mojada, y construye castillos de arena solo para aplastarlos ella misma en cuanto están terminados. Va al malecón en la tarde, cuando la madera esta tibia más no ardiendo, justo antes del atardecer, picando insectos con la uña y apretando la cara al agujerito en la tercera tabla del océano a tierra firme, y ve las olas romper contra las piedras.
Es en una de estas tardes cuando la ve por primera vez.
Sus pestañas rozan la madera cada vez que parpadea a ritmo con el oleaje agitado con la marea alta, las trece pulseras que tiene en cada muñeca para tentar a la mala suerte quedándose marcadas en su piel por tenerla tan presionada contra las tablas. La espuma se desvanece por un momento, y una cara le sonríe como sabiéndose más que ella. Olivia prácticamente salta, demasiado paralizada como para gritar, y esa noche su madre le pregunta si esta bien, y porque esta tan callada, ¿se siente mal?
Su madre la obliga a salirse de debajo de la mesa de la cocina el siguiente día, y Olivia se sienta en la arena, viendo el mar con aversión con los brazos cruzados sobre las rodillas. Respira más fuerte cada vez que cree ver un reflejo en la inmensidad de verdes y azules que suben y bajan y se convierten en espuma que moja sus pies.
No va al malecón en cinco días, hasta que casi se ha logrado convencer de que fue un truco de su imaginación, una alucinación por el calor y la apatía y ese vaivén hipnótico del mar que siente aún cuando duerme, arriba y abajo y empieza el ciclo de nuevo contra su almohada. Vuelve a presionar su ojo izquierdo contra el pequeño hoyito en la madera. Nada, nada, nada y luego otra sonrisa malévola que la hace saltar del susto. Corre hacia tierra firme, pero se detiene antes de pasar esa pequeña separación de dos centímetros de anchura entre las tablas y el cemento. Duda, y da una vuelta de noventa grados, salta a las piedras secas al lado. Camina sobre las piedras secas debajo del muelle, la sombra dándole un tinte verdoso a su piel que bien podría ser de los nervios. El agua va llenando las fisuras entre las rocas, y pronto esta tropezando con sus chancletas mientas el agua le llega a los tobillos.
El eco de su corazón se oye a contratiempo con las olas que insisten en arrastrarla al lado opuesto del que no quiere ir, pero a estas alturas ya no se da cuenta de la contradicción. Ni siquiera se da cuenta cuando su falda azul se empapa, y sigue avanzando, pilar tras pilar y esta nadando más que caminando. A esta profundidad el agua sigue siendo clara y transparente, y puede ver los cangrejos acercándose a sus pies. Sigue avanzando.
Faltan tres tablas para que el malecón acabe y el océano empiece cuando le jalan el brazo. Voltea rápido, y la sirena esta viéndola de nuevo, la lengua entre los dientes en esa sonrisa que se ve más terrorífica que alegre – presa, parece que dice su expresión, eres presa y te puedo devorar en el momento en que desee.
Esta cubierta en cuentas, collares y pulseras y tiaras de tesoros perdidos enredadas en el pelo verdoso por el agua. Se mueve un poco hacia Olivia, y resuena mientras las piedras falsas y las conchas y los pocos diamantes verdaderos chocan uno con el otro. Una sola nota sale de su garganta, un pequeño canto que apenas empieza termina,
y dice,
en canción,
‘boo.’
(Y el mundo se vuelve azul cuando jala a Olivia por abajo del agua).
La cola de la sirena le envuelve las piernas, llena de escamas del color exacto del mar perdiéndose en el horizonte, un poco viscosas y con algas colgando de las puntas, como si este ser estuviera volviendo verdaderamente una con el océano.
Olivia patalea, su falda con tul se vuelve pesada alrededor de ella. La sirena se acerca a Olivia, pone sus manos contra su boca como si quisiera soplar un beso, y lo que hace es aventarle una burbuja con una canción dentro, aire con melodía incluida que entra por la boca abierta de Olivia hasta sus pulmones, hasta dentro de sus tímpanos y la punta de los dedos de los pies.
Tres, cuatro notas más, y Olivia sigue respirando bajo el agua con aire prestado dentro de ella. Ya ni siquiera se esta esforzando por nada, solo se deja a si misma flotar entre las rocas erosionadas por el tiempo, su pelo y el de la sirena mezclándose al flotar sobre sus cabezas.
Su abuela una vez le había dicho que las sirenas no pueden hablar, solo pueden catar en lamentos y engaños para ahogar niños inocentes.
Tenía razón.
Pero la sirena le sigue cantando en burbujas y sonriéndole en ese modo aterrador que le hiela la sangre a Olivia.
Flotan juntas, en la inmensidad azul verdosa, y cuando la canción al fin acaba, la sirena roba una de las veintiséis pulseras en los brazos de Olivia. Solo una, y se la enreda en el pelo para acompañar las mil y un conchas que ahí residen; Le da un empujón con la cola antes de nadar tan rápido que deja una estela de burbujas pequeñas a su paso.
Olivia flota por otro instante, antes de que la necesidad de aire le empieza a arder dentro, muy dentro de su ser, y para entonces ya esta rompiendo la superficie del agua con la boca y los ojos muy abiertos, su falda formando un círculo de tela a su alrededor.
Solo tiene que dar unas cuantas brazadas para que sus pies vuelvan a pisar las piedras, y de ahí todo es reacción automatizada hasta que esta abrazada a las piernas de su madre.
---
Al otro día se da cuenta de que la sirena le dejo uno de sus collares de cuentas amarrado alrededor del tobillo.
No se lo vuelve a quitar.
---
Pasa sus días con el mar hasta las rodillas, levantándose la falda con las manos para que no se moje. Pasa sus tardes abajo del muelle, sentada en la gran piedra color ceniza que marca el límite entre tierra firme y mar abierto.
No vuelve a ver a la sirena.
No esta segura si esto le causa alivio o tristeza.
---
En los sueños de Olivia, se mezcla la canción con notas de aire encapsulado bajo al agua al incesante bamboleo del mar.
En cada noche por el resto de su vida.
God, but I love this. I finished writing it after the lights had gone out, using my cell phone to have a little light. It felt superb to write again in Spanish.
Title: Oleaje
Word Count: 1289
Summary: Olivia conoce una sirena de verdad cuando tiene trece, el cielo demasiado azul que indica sequía y el sudor manchándole el vestido rosa que tanto le gusta.
Author Notes: This was written for the challenge of 'the sea' at
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Coda of Asfíxia
Olivia conoce una sirena de verdad cuando tiene trece, el cielo demasiado azul que indica sequía y el sudor manchándole el vestido rosa que tanto le gusta. Lleva tres semanas en la playa, y la novedad se ha acabado como sus helados de limón se deshacen bajo el sol, dejándole los dedos pegajosos y la lengua pastosa. Se muere de calor, y de aburrimiento, y extraña a su gato.
Su madre esta harta de tenerla en la pequeña casa en los acandilados, y la envía todos los días a ‘investigar por ahí’ con una moneda de cinco pesos en el bolsillo y el pelo revuelto, sin cepillar. La abuela sigue sin mejorar, el aroma a enfermedad llenando cada cachito de la casa. La piel de Olivia no ha dejado de oler a sal desde hace semanas, y las plantas de sus pies se han endurecido con el contacto diario con la arena granulosa y pesada.
Pasa las mañanas en la playa, tratando de hacer durar el agua de coco que le compra a una señora tan morena como los troncos que forman la choza donde trabaja. Escribe su nombre con palitos en la arena mojada, y construye castillos de arena solo para aplastarlos ella misma en cuanto están terminados. Va al malecón en la tarde, cuando la madera esta tibia más no ardiendo, justo antes del atardecer, picando insectos con la uña y apretando la cara al agujerito en la tercera tabla del océano a tierra firme, y ve las olas romper contra las piedras.
Es en una de estas tardes cuando la ve por primera vez.
Sus pestañas rozan la madera cada vez que parpadea a ritmo con el oleaje agitado con la marea alta, las trece pulseras que tiene en cada muñeca para tentar a la mala suerte quedándose marcadas en su piel por tenerla tan presionada contra las tablas. La espuma se desvanece por un momento, y una cara le sonríe como sabiéndose más que ella. Olivia prácticamente salta, demasiado paralizada como para gritar, y esa noche su madre le pregunta si esta bien, y porque esta tan callada, ¿se siente mal?
Su madre la obliga a salirse de debajo de la mesa de la cocina el siguiente día, y Olivia se sienta en la arena, viendo el mar con aversión con los brazos cruzados sobre las rodillas. Respira más fuerte cada vez que cree ver un reflejo en la inmensidad de verdes y azules que suben y bajan y se convierten en espuma que moja sus pies.
No va al malecón en cinco días, hasta que casi se ha logrado convencer de que fue un truco de su imaginación, una alucinación por el calor y la apatía y ese vaivén hipnótico del mar que siente aún cuando duerme, arriba y abajo y empieza el ciclo de nuevo contra su almohada. Vuelve a presionar su ojo izquierdo contra el pequeño hoyito en la madera. Nada, nada, nada y luego otra sonrisa malévola que la hace saltar del susto. Corre hacia tierra firme, pero se detiene antes de pasar esa pequeña separación de dos centímetros de anchura entre las tablas y el cemento. Duda, y da una vuelta de noventa grados, salta a las piedras secas al lado. Camina sobre las piedras secas debajo del muelle, la sombra dándole un tinte verdoso a su piel que bien podría ser de los nervios. El agua va llenando las fisuras entre las rocas, y pronto esta tropezando con sus chancletas mientas el agua le llega a los tobillos.
El eco de su corazón se oye a contratiempo con las olas que insisten en arrastrarla al lado opuesto del que no quiere ir, pero a estas alturas ya no se da cuenta de la contradicción. Ni siquiera se da cuenta cuando su falda azul se empapa, y sigue avanzando, pilar tras pilar y esta nadando más que caminando. A esta profundidad el agua sigue siendo clara y transparente, y puede ver los cangrejos acercándose a sus pies. Sigue avanzando.
Faltan tres tablas para que el malecón acabe y el océano empiece cuando le jalan el brazo. Voltea rápido, y la sirena esta viéndola de nuevo, la lengua entre los dientes en esa sonrisa que se ve más terrorífica que alegre – presa, parece que dice su expresión, eres presa y te puedo devorar en el momento en que desee.
Esta cubierta en cuentas, collares y pulseras y tiaras de tesoros perdidos enredadas en el pelo verdoso por el agua. Se mueve un poco hacia Olivia, y resuena mientras las piedras falsas y las conchas y los pocos diamantes verdaderos chocan uno con el otro. Una sola nota sale de su garganta, un pequeño canto que apenas empieza termina,
y dice,
en canción,
‘boo.’
(Y el mundo se vuelve azul cuando jala a Olivia por abajo del agua).
La cola de la sirena le envuelve las piernas, llena de escamas del color exacto del mar perdiéndose en el horizonte, un poco viscosas y con algas colgando de las puntas, como si este ser estuviera volviendo verdaderamente una con el océano.
Olivia patalea, su falda con tul se vuelve pesada alrededor de ella. La sirena se acerca a Olivia, pone sus manos contra su boca como si quisiera soplar un beso, y lo que hace es aventarle una burbuja con una canción dentro, aire con melodía incluida que entra por la boca abierta de Olivia hasta sus pulmones, hasta dentro de sus tímpanos y la punta de los dedos de los pies.
Tres, cuatro notas más, y Olivia sigue respirando bajo el agua con aire prestado dentro de ella. Ya ni siquiera se esta esforzando por nada, solo se deja a si misma flotar entre las rocas erosionadas por el tiempo, su pelo y el de la sirena mezclándose al flotar sobre sus cabezas.
Su abuela una vez le había dicho que las sirenas no pueden hablar, solo pueden catar en lamentos y engaños para ahogar niños inocentes.
Tenía razón.
Pero la sirena le sigue cantando en burbujas y sonriéndole en ese modo aterrador que le hiela la sangre a Olivia.
Flotan juntas, en la inmensidad azul verdosa, y cuando la canción al fin acaba, la sirena roba una de las veintiséis pulseras en los brazos de Olivia. Solo una, y se la enreda en el pelo para acompañar las mil y un conchas que ahí residen; Le da un empujón con la cola antes de nadar tan rápido que deja una estela de burbujas pequeñas a su paso.
Olivia flota por otro instante, antes de que la necesidad de aire le empieza a arder dentro, muy dentro de su ser, y para entonces ya esta rompiendo la superficie del agua con la boca y los ojos muy abiertos, su falda formando un círculo de tela a su alrededor.
Solo tiene que dar unas cuantas brazadas para que sus pies vuelvan a pisar las piedras, y de ahí todo es reacción automatizada hasta que esta abrazada a las piernas de su madre.
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Al otro día se da cuenta de que la sirena le dejo uno de sus collares de cuentas amarrado alrededor del tobillo.
No se lo vuelve a quitar.
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Pasa sus días con el mar hasta las rodillas, levantándose la falda con las manos para que no se moje. Pasa sus tardes abajo del muelle, sentada en la gran piedra color ceniza que marca el límite entre tierra firme y mar abierto.
No vuelve a ver a la sirena.
No esta segura si esto le causa alivio o tristeza.
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En los sueños de Olivia, se mezcla la canción con notas de aire encapsulado bajo al agua al incesante bamboleo del mar.
En cada noche por el resto de su vida.
(no subject)
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I am so jealous of everyone who speaks Spanish and thus can understand your Spanish stories. *sighs*
♥
(no subject)
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(no subject)
Gracias!
(no subject)
But anyway, back to my point which was that you should enter this one to competition.
(no subject)
Anyway, THANK YOU SO MUCH. I think I will be entering this one, if I can get a hold of my old Spanish teacher so he could beta it.
(no subject)
Ooh, I'm happy you'll be entering it. Let me know how the process goes.
(no subject)
I hope I said that right, enough for you to understand, anyway. Like I said, I don't write in spanish, but I did enjoy reading this very much. Good job.
(no subject)
Muchas, muchas gracias!!